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Hace
unos días comentábamos lo que debía significar para los excursionistas y
forasteros, de principios del pasado siglo, subir a aquel pueblecito de la cima
de la montaña que permanecía anclado en el pasado. Pero la misma sensación debían
experimentar los habitantes de La Mussara cuando bajaban a las poblaciones y
ciudades de la falda de la montaña. Para ellos debería resultar un cambio
fabuloso salir de su pequeña aldea montañera y llegar a ciudades como Reus o
Tarragona. Urbes en las que ya se empezaba a contar con avances como el teléfono,
la electricidad y que por sus calles circulaban ya los primeros automóviles.
Para aquellos habitantes de La Mussara bajar a la ciudad era lo más parecido a
viajar al futuro.
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