martes, 24 de marzo de 2015

El pozo de la nieve (Una ‘industria’ en la Mussara. Parte I).



 


Hoy en día disponer de hielo es tan sencillo como abrir la puerta de un congelador y tenerlo al alcance de la mano, pero en los siglos pasados el ser humano no gozaba de estas comodidades. Las personas de la antigüedad tuvieron que ingeniárselas para aprender técnicas que les permitieran poder disponer de hielo durante todo el año.  Fue así como se empezaron a construir los pozos de hielo o pozos de nieve. Los pretéritos  habitantes de la Mussara podrían explicarnos muy bien cómo se conseguía dominar el arte de la producción de hielo.



A finales del siglo XVII, principios del siglo XVIII, la necesidad de disponer de hielo durante todo el año en los pueblos y ciudades del campo de Tarragona era cada vez mayor. El hielo era de gran utilidad para conservar toda clase de alimentos, para uso sanitario (tratar quemaduras, contusiones...) o sencillamente para producir helados o bebidas refrescantes en los calurosos meses de verano. Atendiendo a esta creciente demanda de hielo algunos ‘emprendedores’ de la época decidieron empezar a construir por las montañas los denominados pozos de hielo. En la Mussara se tiene constancia de dos de ellos, uno situado a unos 800 metros del núcleo principal de población, en el denominado ‘Mas  del Pou’, el otro pozo se encuentra localizado un poco más alejado del pueblo, situado en el ‘Mas d’en Grau’. En el artículo de hoy me centraré en el pozo que está más cerca del centro del pueblo.

Se cree, por diferentes documentos de la época, que el pozo fue construido en algún punto de la línea temporal situado entre finales del siglo XVII y el siglo XVIII.  Los escritos indican que fue ordenado construir por una familia adinerada de Prades que se dedicaba al negocio del hielo. Para la ubicación de la construcción del pozo era de vital importancia encontrar un lugar en el que las condiciones climatológicas fueran propicias para generar la materia prima a la que estaba dedicado el negocio. El viejo pueblo de la Mussara era un lugar idóneo para la construcción del pozo. Normalmente cada año se producían varias nevadas copiosas que permitían poder recoger la nieve y almacenarla en el pozo, además la altitud a la que está situado el pueblo les ofrecía unas temperaturas frías que les garantizaban una mejor conservación del producto. Pero para la ubicación del pozo no eran sólo importantes los factores atmosféricos o climatológicos, también debía tenerse en cuenta un condicionante importante, el suelo. El núcleo principal del pueblo de La Mussara está situado en una zona de roca caliza por lo que en aquella época, en la que no se disponía de maquinaria para realizar excavaciones, y por lo tanto se tenían que llevar a cabo a ‘pico y pala’, era necesario encontrar un terreno libre de rocas y con un subsuelo más blando a fin de facilitar las tareas de excavación del agujero del pozo. A unos 800 metros del pueblo el terreno ofrecía estas características y la excavación de un pozo resultaba mucho más sencilla, además el lugar elegido contaba también con los siguientes factores de gran importancia para conseguir que la producción de hielo estuviera garantizada y fuera llevada a buen puerto. Las principales características que ofrecía el lugar elegido eran las siguientes:
 
  • Terreno de suelo y subsuelo arcilloso que facilitaba la excavación y construcción del pozo.
  • Proximidad al núcleo de población que garantizaba poder disponer de mano de obra cuando fuera necesaria a la hora de recoger la nieve, transportarla al pozo, manufacturarla, almacenarla y, por último, transportarla a los pueblos y ciudades del ‘Camp de Tarragona’ donde fuera requerida.
  • Grandes zonas limítrofes al pozo de explanadas con algo de depresión que garantizaban grandes acumulaciones de nieve cuando se producían las nevadas.
  • La altitud necesaria para que la temperatura fuera fresca en los meses de de primavera y verano lo que, unido a la arquitectura del pozo, facilitaba la conservación  de los bloques de hielo almacenados en su interior.

Una vez localizado el punto que proporcionaba todas estas características se procedió a la construcción del pozo. Según las diferentes descripciones encontradas, y las características de otros pozos de nieve, la construcción tenía aproximadamente unas dimensiones de 8-10 metros de profundidad por  otros 6-8 metros de diámetro. Estaba construido por bloques de piedra. En la parte superior disponía de una cúpula semiesférica que le proporcionaba la protección  necesaria para resguardar el hielo, que se almacenaba en su interior, de las condiciones atmosféricas del exterior y a su vez contribuir a la conservación de las temperaturas bajas que el propio hielo proporcionaba en el interior del pozo. En la parte superior disponía de un conjunto de vigas en las que se situaba alguna especie de roldana para poder elevar la mercancía hasta la obertura situada en la cúpula superior. No se sabe con total seguridad (por el paso del tiempo, la erosión, la maleza vegetal y las ruinas de la propia estructura) si en su día el pozo disponía en algún punto de su interior con un pequeño túnel que lo conectaba a la masía adyacente,  pero si se tiene en cuenta algunas descripciones y los modelos de construcción de otros pozos de la época es posible que contara con un túnel subterráneo, ya que de esta manera  resultaba mucho más sencillo acceder  a la parte inferior del pozo con la mercancía (hielo) para ir apilándola de forma ordenada. 



A la vez que se procedió a la construcción de la estructura del pozo también se construyó al lado una masía destinada a albergar a las personas encargadas de la explotación del pozo, los animales necesarios para los trabajos y las herramientas y aparejos precisos para las labores de recogida, almacenamiento, conservación y distribución del hielo.

En la segunda parte de este artículo procederé a tratar de describir, siempre según la información que existe y algo de imaginación, cómo era el proceso de trabajo que llevaba consigo la ‘industria’ del hielo que existía en el antiguo pueblo de la Mussara.


Continuará...

martes, 10 de marzo de 2015

La Mussara un pueblo maldito: La maldición de la niebla (Parte I).






Hay una leyenda, entre las muchas que existen, que narra algo misterioso y fascinante. La leyenda dice que en la Mussara, cuando cae la densa niebla, se empiezan a ver, escuchar y notar toda clase de fenómenos y sensaciones extrañas. Es frecuente que un día claro, totalmente primaveral o veraniego, se transforme en un día oscuro y de frío invernal. La niebla lo envuelve todo, las personas pierden el sentido de la orientación, los aparatos electrónicos dejan de funcionar sin ningún tipo de lógica y a algunos individuos les empieza a invadir una extraña sensación de miedo y desasosiego... Experiencias que han experimentado conocidos míos en primera persona estando yo presente. Pero esta fenomenología, con o sin explicación lógica, se merece ser tratada más detalladamente en otro artículo, ya que  hoy quiero hablaros de cómo la niebla dio un halo de maldición y misterio a la Mussara y de cómo me empecé a interesar  por ello.

  Si me remonto a mi niñez y hago un ejercicio de memoria, mis primeros recuerdos de la Mussara están ligados a sucesos extraños y misteriosos. En concreto, el primer recuerdo es el de una extraña desaparición ocurrida en el año 1.991. He leído mucho sobre extrañas desapariciones en la Mussara pero, la verdad, en casi todos estos raros acontecimientos las informaciones no tienen una fuente de referencia  que sea creíble. No existen ni nombres, ni lugares, ni fechas, ni documentos oficiales que los certifiquen. Pero la extraña desaparición a los que están ligados mis primeros recuerdos es un caso diferente. En primer lugar porque hay muchos documentos, tanto de las fuerzas de seguridad como de la prensa, donde quedó reflejado, en su día, el triste suceso. Y en segundo lugar,  porque el desaparecido era de la zona donde yo vivía y recuerdo perfectamente como en aquellos meses, algunos conocidos míos, comentaban la extraña desaparición. Durante algún tiempo se formaron batidas de búsqueda que subían al viejo pueblo abandonado para tratar de encontrar alguna pista, y se especuló,  bastante, sobre lo qué había ocurrido aquel fatídico día en el que se produjo la misteriosa desaparición. Éstas son cosas que dejan gran impresión  en un niño pequeño.


  Mi segundo recuerdo de la Mussara se remonta a unos años después de la anterior remembranza, específicamente a finales de los años 90 del pasado siglo. Recuerdo que en aquel tiempo empezaron a funcionar las televisiones locales de Tarragona y de Reus. En estos canales, durante algunos meses, se estuvieron emitiendo la reposición de un programa donde hablaban de los extraños fenómenos paranormales que ocurrían en la Mussara.  Especialmente me dejaron huella tres casos donde se mencionaban la existencia de puertas dimensionales, avistamientos de OVNIS y la presencia de pequeños duendes.


  El tercer recuerdo se remonta también a finales de los 90. Aquella fue la primera vez que estuve presente  por la zona de la Mussara, aunque creo no haber estado en el núcleo del pueblo. Fue precisamente un domingo en el que la niebla hizo acto de presencia por las montañas. Aquel día, mis padres y yo, fuimos de excursión por los pueblecitos de la Sierra de Prades  junto a unos amigos de mis padres, y me acuerdo perfectamente como estos amigos comentaban las extrañas historias que existían sobre la zona.  Principalmente,  recuerdo que una de las que más me impresionó hablaba de la existencia de una secta satánica que frecuentaba la zona para realizar extraños ritos. 


  Por lo tanto mis primeros recuerdos sobre este fascinante pueblo abandonado de la montaña están ligados, como en la mayoría de personas, a historias misteriosas y leyendas fantásticas. No fue hasta los dieciocho/veinte años cuando empezaron mis incursiones en la Mussara. Al principio, iba intrigado por todas las misteriosas historias que conocía y había escuchado desde niño. La primera vez que subí, y estuve en el pueblo, iba con algo de nerviosismo y temor por todas las leyendas que conocía, pero una vez allí, cuando contemplé aquel maravilloso paisaje de ruinas y naturaleza, empecé a alejarme de los aspectos paranormales del lugar y comencé a sentirme atraído a indagar más sobre la historia real del pueblo. A todo ésto también contribuyó, en gran manera, una leyenda que me contaron una de aquellas primeras veces que ascendí a la Mussara. Una de esas leyendas que van pasando de persona en persona a lo largo del tiempo y que, aunque está basada en un hecho real que años después descubrí, el paso de los años y la aportación imaginaria de cada persona que la va contando hace que lo surgido como una historia verídica vaya degenerando a una cuento totalmente fantasioso y aterrador.

  La leyenda que a mí me contaron narraba que “durante una guerra que tuvo lugar en el siglo XIX, un soldado de uno de los bandos fue capturado en las cercanías de la Mussara por soldados del otro bando.  El infortunado prisionero fue trasladado al pueblo más próximo, que no era otro que el de la Mussara. Allí, en la pequeña aldea de lo alto de las montañas, los captores decidieron ejecutar al rehén. El condenado a muerte, maniatado, fue situado en frente de la tapia del viejo cementerio mientras los ejecutores preparaban sus armas para formar el pelotón de fusilamiento. Pero ya se sabe que en la Mussara el tiempo es muy caprichoso y un día que es totalmente soleado en cuestión de minutos, y por los antojos de la climatología, se puede volver oscuro y con una densa niebla. Y eso fue lo que sucedió, mientras los soldados estaban realizando los preparativos de la ejecución la densa niebla cayó, sin aviso alguno, sobre la pequeña villa de las montañas. La leyenda cuenta que, cuando los soldados se disponían  a tomar la posición de disparo fusil en mano, una mujer anciana, que en el pueblo se rumoreaba que practicaba la brujería, sin ver por culpa de la niebla que allí había un prisionero y un pelotón de ejecución, se cruzó entre ambos con tan mala fortuna que lo hizo justo en el momento en el que el pelotón de ejecución disparaba al ‘bulto’ a través de la niebla. La mortal descarga de disparos se escuchó de una forma atronadora por todo el pueblo y cayó sobre  el prisionero y la anciana, que mientras agonizaba echó una maldición a los soldados y a la niebla. Desde entonces, explica la leyenda, cuando cae la niebla sobre la Mussara, debido a la maldición de aquella anciana que practicaba la brujería, ocurren toda clase de sucesos paranormales y se pueden ver y escuchar cosas extrañas.

  Cuando llegó a mis oídos esta historia quedé totalmente fascinado por los acontecimientos que narraba. En ese momento decidí  empezar a indagar más sobre los sucesos de dicha leyenda. Por suerte, a lo largo de los años, ha habido gente que ha hecho una gran labor y ha dedicado un gran esfuerzo para dejar constancia de la historia real del pueblo, y así fue como pude asociar esta leyenda, degenerada a un acontecimiento totalmente fantástico,  a un suceso real acontecido durante la Tercera Guerra Carlista. Un suceso en el que sí hubo un ‘extraño’ pelotón de fusilamiento formado por soldados del bando liberal. Un suceso en el que el soldado capturado no existió como tal, ni era un simple soldado ni fue capturado por los enemigos. Se trataba, ni más ni menos, del carismático cabecilla Carlista el Coronel Isidre Pàmies i Borràs, alias El Cercós.  Y un suceso en el que la anciana practicante de brujería y ejecutada por accidente, que hizo caer sobre la Mussara y su niebla una maldición, ni era bruja ni estaba viva. Se trataba de una pobre mujer de avanzada edad  que llevaba ya algún tiempo fallecida y enterrada en el cementerio de la población. Esta historia, una de las tantas leyendas que a lo largo del tiempo ha dado fama de maldita a la población de la Mussara y a su niebla, está basada en los sucesos de, por llamarlo de alguna manera, la ‘última aventura’ del coronel Cercòs, uno de los guerrilleros carlistas más famosos de las montañas y posiblemente de la provincia de Tarragona. Pero eso ya es otra historia. 

sábado, 7 de marzo de 2015

Un pueblo con vida (La Mussara en el S. XIX. Parte II).



 
Continuando con el análisis de la descripción que Pascual Madoz hizo de la vida en la Mussara a mediados del S.XIX, podemos seguir observando e imaginando más detalles de cómo era el día a día de los habitantes del pueblo.

En el texto (anterior entrada) el autor también hace referencia a la producción agrícola que tenía la Mussara. Cabe destacar que, seguramente, los pocos terrenos que podían servir para la siembra de semillas estarían dedicados a varios tipos de cultivos diferentes, aptos para las condiciones climatológicas que allí se daban. Pero como más destacados, Pascual Madoz, hace referencia a los cultivos de patata y de trigo. Tanto el trigo como la patata son dos cultivos que se pueden desarrollar en un terreno de secano, si bien es cierto que las patatas, para que den una buena producción, es preferible que tengan bastante humedad.  
   También hay que tener en cuenta que los habitantes del municipio contarían con diversos huertos para abastecerse de otro tipo de frutas, frutos  y hortalizas, sobretodo destinados al consumo propio de las familias que los labraban. Los excedentes de trigo, patatas y algún otro cereal, hortaliza y  fruto (que no nombra en su texto Pascual Madoz), que  por importancia y extensión del cultivo eran mayores y por tanto de más producción, sumados a los escasos, o incluso a veces nulos, excedentes que el pueblo producía de otro tipo de frutos y hortalizas, en sembrados más pequeños o huertos familiares, eran llevados a otros pueblos y a las ciudades (Reus y posiblemente Tarragona) para comerciar y ganar algún dinero o hacer un trueque por otras cosas que hicieran falta en el pueblo. 
   La misma situación se debía dar con la cría de ganado. En la Mussara se criaban pequeños rebaños de ovejas y cabras, algunos cerdos y alguna vaca, que seguramente estaban destinados casi en su totalidad al abastecimiento de las familias que los criaban y, en menor medida, al comercio con otros pueblos.  De todas maneras, la economía y la subsistencia del pueblo, es un tema que merece ser tratado más detalladamente en otro artículo.



Otro de los aspectos que nos deja ver la descripción del ‘Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar’ de aquella Mussara, de mediados del S.XIX, es la mala comunicación que tenía el pueblo con su entorno. El autor nos habla de caminos vecinales y en mal estado. Situación que hacía que cualquier desplazamiento para llegar o marcharse del pueblo fuera realmente de gran durada y dificultad. Por poner un ejemplo, los desplazamientos a Reus duraban días enteros.  Otra muestra de esa mala comunicación con el resto del ‘mundo’ era el servicio de correos, que en la Mussara era nulo. Las cartas destinadas a los habitantes de la Mussara eran recibidas en el pueblo de l’Aleixar, y cuando algún vecino pasaba por dicho pueblo era el encargado de recogerlas y subirlas hasta el pueblo de la Mussara.

 


Pero pese a todas las dificultades que tenían aquellos habitantes de arriba de la montaña, la Mussara, hasta bien entrado el S.XX, fue un pueblo lleno de vida. Hoy en día mucha gente que llega a ese paraje (y lo sé porque algunas veces me ha pasado cuando he llevado a amigos y conocidos al  pueblo abandonado) asocia las ruinas del viejo pueblo con leyendas paranormales, extraños ritos esotéricos y toda clase de aspectos  enigmáticos y misteriosos, sin pararse a pensar que ese lugar, hasta hace relativamente pocos años, fue sencillamente otro pueblecito como otros tantos de su alrededor. Otra pequeña aldea en la que día a día vivían personas que luchaban por sobrevivir, habitantes  con sus penas y sus alegrías, sus labores, aficiones, historias, anécdotas... Un pueblecito en el que no había lugar (más allá de lo tradicional de la cultura popular de cada pueblo) para sucesos paranormales y leyendas fantasmales (como sucede en la actualidad). 
   Por eso, muchas veces, cuando subo a investigar o simplemente a pasear  con alguna persona que sencillamente relaciona el nombre de la Mussara con el misterio y lo paranormal (que también tiene su atractivo, no seré yo quien lo niegue y de hecho también habrá lugar en el blog para algunos artículos relacionados con el misterio) intento explicarle aspectos de la historia real del pueblo para que, como he intentado con éstos y futuros artículos, haga un ejercicio de imaginación y vea  el pueblo desde otra perspectiva que no sea, únicamente, la del misterio y esoterismo. Al fin y al cabo la Mussara también fue un lugar lleno de vida...